Unos de los personajes más indeseables y que están presentes en la historia de los casino desde sus comienzos son los prestamistas. Los prestamistas pueden ser legales o ilegales, simplemente se trata de personas que prestan dinero, pueden ser instituciones como bancos a veces, pero los que han motivado más kilometros de largometraje y que más historias turbias han protagonizado han sido sin duda los prestamistas de la mafia.

El caso Slevin es una película que comienza con una secuencia brutal. Un niño acude con su padre al velodromo a contemplar unas carreras de caballos. Su padre ha apostado una gran suma de dinero motivada por un chivatazo sobre un amaño en una de las carreras. El dinero que ha apostado no es suyo sino que le ha sido prestado por unos prestamistas. Por desgracia al caballo que apostó este pobre diablo, le da un infarto en el transcurso de la carrera y muere. Lo que resta de la escena es el brutal ajuste de cuentas por parte de la banda mafiosa.

Slevin vive un mal momento en su vida, ha pillado a su novia con otro y han declarado su hogar en ruinas, así que decide irse a vivir a Nueva York a casa de su amigo Nick Fisher. Por desgracia su mala suerte no se acaba ahí ya que al llegar a la capital financiera del mundo, dos mafias enfrentadas de prestamistas de juego  lo confunden con Fisher y se ve envuelto en una trama de venganzas entre bandas rivales con su vida pendiendo siempre de un hilo a causa de una fuerte deuda de juego de Fisher.

Se trata de un thriller fascinante, cargado de intriga y con sorpresas y giros imprevistos. El mundo del juego y los prestamistas siempre está presente y mantiene una estética continua de poker y blackjack muy interesante. Entre los actores destacados, un correcto Josh Hartnett, un elegante Bruce Willis y un siempre fantástico Morgan Freeman.